Sunday, November 23, 2008

Calle abajo.

Calle abajo. Faroles amarillos. Palieres desiertos. El agua corre calle abajo. A veces se la ve junto al cordón de la vereda. Refleja el mercurio, el neón y la inhóspita sombra de las calles oscuras. A veces se estanca, arremolinada en baches y cunetas donde se muerde la cola y echa espuma de jabón entre los dientes. También puede divertir su trazo y, calle abajo, perderse entre adoquines dispares que la llevan hasta el fondo de la tierra, el lugar secreto y silente del olvido.
Pero otras veces fuerza su destino, calle abajo en esta ciudad sin puertos, y corre a borbotones. Se carga de aguas de otros mundos, se desata con apuro, fluye empujando el aceite de las capitales, la mugre irreverente que, vencida, se deja llevar al alba. Allí, calle abajo, donde indiferente al olvido y la ignominia, espléndido y dorado, el río corre con urgencia de mar

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