Hace más de un año que cerré este blog.
Lo reabro como quien corre la placa de mármol de una tumba.
Vuelvo para hablarle a ese espectro que todavía me ronda. No es un fantasma, sino la nube pesada de las palabras que no dije.
Aprendí a amar la simple realidad, y que el amor se despliega de a poco, a la medida de dos que se mueven. Y no por deslumbramiento ni negación ritualizada de quien soy. O de quien se suponía que es el otro.
Agradezco a la vida el camino que me abre los ojos a nuevas dimensiones de ser y de estar en el mundo (los sutiles y variopintos tonos del afecto) y honro lo que siento.
Yo ahora soy una perra marcada.
Una mujer sola más fuerte que las rocas.
Una emperatriz festiva que participa de siembras y cosechas, tal como escribí en visiones antes de conocerte.
Por eso corto con estas palabras mis reglas del buen decir alusivo y de coté.
Y me saco de encima el último de los pedazos de mierda que me dejaste.